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No quiero ser un remedo de Oskar Schindler

Schindler

«La Lista de Schinder»

Si empiezo con «La Lista de Schindler», muchos se me van a desorientar. ¿Esto va de cine o de medicina pública, Relimpio? Y tengo que responder que de los dos, desgraciadamente, y no se trata de una hipérbole siniestra. Lo argumentaré en los párrafos que vienen, y les ruego que se queden conmigo.

            Me equivoco al asumir que todos vieron en su día la magistral «Lista de Schindler». Por lo tanto, ofrezco una microsinopsis — prescindible para los que conozcan la película —: Oskar Schindler, truhan sin escrúpulos en la Alemania de la 2ª Guerra Mundial, decide utilizar la mano de obra esclava judía y a sus contactos en el ejército alemán — soborno mediante — para hacerse de oro consiguiendo contratas de material militar. Claro que… Claro que la guerra progresa y comienza la “Solución Final”. Y, en aquel momento, ser un “esclavo” de Schindler se convierte en un blindaje para evitar los campos de exterminio. Consciente de ello, un Schindler irreconocible “engorda” las listas de sus trabajadores para salvar al máximo posible de las cámaras de gas… al precio de la quiebra del negocio.

            (Inciso personal: fantástico el plano de Oskar Schindler (interpretado por Liam Neeson) e Itzhak Stern (Ben Kingsley), torturados ante la necesidad de hinchar las listas más y más, conscientes de que se trataba de la vida o la muerte de tantos. Y cómo este último pierde la flema para exclamar: «¡Esta lista es el bien absoluto. Esta lista es la vida. Más allá de sus márgenes se abre el abismo!»).

Un Sistema Obsoleto

Salto al día de hoy. A distancia galáctica de la tragedia. Solo un pequeño punto de comparación, como subrayaremos al final. La aplicación puntual de la mejor evidencia disponible para cada caso nos genera dilemas éticos de difícil solución. Las Guías de Práctica Clínica (en lo sucesivo, GPCs), imponen mandatos concretos acerca de manejos, revisiones, controles y tiempos.

            Pero nuestro Sistema Sanitario Público muestra en ello una lamentable obsolescencia, señalada por diferentes voces.

            El Sistema fue concebido a trompicones hace varias décadas, momento en que la demografía era radicalmente diferente. Los responsables, hoy, pretenden ignorar la realidad: la población está envejecida y existen numerosas cohortes de crónicos pluripatológicos y polimedicados de manejo muy difícil con nuestros esquemas asistenciales.

            En la raíz de la gestión del Sistema está su antiquísimo virus fundacional: una población — entonces — predominantemente joven y sana, cuya patología solía ser aguda, de preferencia quirúrgica. Y, por tanto, el modelo gerencial — aún hoy — en Atención Primaria es lo inmediato, la demora cero, filtrado de lo agudo-grave. En hospitales, el modelo es el mismo: lo rápido, diagnóstico, solución médica o quirúrgica , y de vuelta a Primaria.

            Claro que el mundo asistencial ya no es — tan — así… ¿No se lo dice nadie, a los de arriba?

Primaria

            El otro día les comentaba acerca de la puta agenda de Atención Primaria CLICK AQUÍ. La que imponen los de arriba. Esa que impide atender correctamente a los pluripatológicos, e intentar que los polimedicados lo sean un poco menos. La que hace imposible aplicar, siquiera un poco, las GPCs. Justo la que frustró aquel sueño de la reforma de la Atención Primaria de los ochenta, “Salud para todos en el año 2000”… ¿Se acuerdan?

            Junten la puta agenda a un engendro siniestro llamado contrato-programa, y tienen al pobre médico interino o eventual angustiado haciendo cábalas, contabilizando cuántas derivaciones ha promovido a hospitalaria por esto o por lo otro. A quién mete en un furgón de un tren, y a quién mete en el otro. O a quién puede demorar un poquito más, que si no se topa con su jefe o jefa soltándole la intimidación: “no colaboras nada en la sostenibilidad del Sistema” (de ello también tuvimos ocasión de comentar algo CLICK AQUÍ; bendita palabra, sostenibilidad).

Hospital

            Recae el usuario — ya saben lo que pienso acerca del palabro — por atención hospitalaria y, con frecuencia, se cumple el mismo dilema, pero en otro sentido. Hace algún tiempo, me vi yo bronqueado porque aceleré mi tasa de implantación de bombas de insulina — hoy, método habitual de tratamiento en diabetes tipo 1 —. Lo de «sostenibilidad», siempre. O, por poner otro ejemplo de mi especialidad, que uno logre controlar una diabetes compleja en un paciente con insuficiencia renal y cardiopatía isquémica. Un paciente que requiere seguimiento estrecho en hospital o, alternativamente, con un médico de primaria experto, dotado de tiempo, continuidad con el paciente y acceso directo al especialista en el campo correspondiente.

            Pero todo esto es soñar. La puta agenda del hospital contempla a los crónicos con antipatía — “¿cohortes..? ¡qué horror!” —. Está concebida para diagnóstico, tratamiento y alta. “Si quieres quedártelo, cosa tuya… Allá tú”, dicen arriba con desdén. Hartos de descompensaciones, algunos pacientes ruegan encarecidamente que no se les dé el alta. Y ahí uno, confeccionando la lista, día tras día: tú sí, tú no.

Conclusión

Los médicos trabajamos todos los días bajo presión. Bajo el chantaje emocional. Soportando la intimidación. El cinismo. Aceptando filtrar lo que no deberíamos. Entrando en un juego perverso impuesto por un lenguaje melifluo (la sostenibilidad, la colaboración) y la lógica tóxica de los hechos: vivir con el pellizco en el costado, o morir con la conciencia a salvo. Pero preferiblemente en silencio. Salvo unos pocos, que hemos decidido trasladarles la verdad.

            Schindler salvó a 1200, arruinándose. Y aun lloraba porque pensaba que tenía que haber salvado a más, a muchos más. En las consultas, tomamos a diario decisiones menos dramáticas, a Dios gracias. Pero uno no pretende que nos hagan una peli, sino que las cosas funcionen. Y que los que les atendemos no tengamos que sufrir para atender y curar. Solo hacerlo de modo rutinario, como parte de un mecanismo… normal.

Postdatas

P.D. 1 Recientemente, les hablé de nuestra sumisión a los poderosos CLICK AQUÍ. No tengan la menor duda de que, con la clase dirigente, el/la facultativo/a no tendrá el más mínimo dilema ético. A favor del poderoso, claro está.

P.D. 2 De una forma seria, elaborada y argumentada, el dilema de Schindler llevado a la medicina contemporánea es la espina dorsal del ensayo de mi compañero Javi Padilla: «¿A quién vamos a dejar morir?”. Ello pone en evidencia que la dramatización de este post no es desproporcionada.

P.D.3 Nota personal: en mi viaje a Jerusalén, hace muchos años, me fui derechito a visitar la tumba de Oskar Schindler. Y no es fácil de encontrar, no se vayan a creer. Porque, comparto el dicho de los judíos: «quien salva una vida, salva el mundo entero».

***

El poder y nosotros. El poder y la Sanidad. La Sanidad y nosotros. Una ecuación difícil para abordarse con franqueza. Y, por tanto, el caldo perfecto para una trama criminal. Una trama cuyo esclarecimiento nos dirá mucho acerca de lo que no se dice, justamente: de la relación imposible entre gobernantes y gobernados, y del papel nuclear que juega la Sanidad Pública en todo ello. Y, en medio de todo, un gran hospital público: “La Mole”.

RESEÑA de Jose Manuel: «Adictiva lectura»: “Te engancha y no puedes parar de leer, hasta finalizarlo. A veces crees estar leyendo una realidad, mas que una novela negra, magnificamente escrita”.

Mucho más que gran hospital, máquina de poder. Una novela negra de Federico Relimpio (CLICK AQUÍ).

https://federicorelimpio.com/libros-de-federico-relimpio/la-mole-mas-que-hospital-maquina-de-poder/

Firmado: Federico Relimpio (CLICK: “sobre mí”).

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P.D. No te pierdas mis historias negras y suscríbete a esta web en el box (a un lado, o abajo). Recibirás — completamente gratis — los primeros capítulos de mi novela «La Mole». De modo alternativo, puedes enviarme una nota ( click aquí ) con el asunto «LA MOLE» y el mensaje «ENVIAR LOS PRIMEROS CAPÍTULOS».

1 thought on “No quiero ser un remedo de Oskar Schindler

  1. Stolzer Adler says:

    Como siempre, Herr Friedrich, certero. Un sistema obsoleto, infradotado y que se sostiene, milagrosamente y en contra de todas las leyes de la física, a base de tozudez. De la tozudez de miles de sanitarios, que intentan hacer lo mejor que se puede en condiciones de guerra, en territorio hostil. Hostil por los mandos, hostil por el medio, hostil porque la población descarga su ira contra el sistema en el infeliz de turno.
    – Los mandos: Completamente ajenos a la realidad. NO quieren verla. Ni de lejos. Porque reconocer la realidad es reconocer que la guerra se ha perdido, y por su culpa. ¿El chivo expiatorio? Efectivamente, quien puede imaginar.
    – El medio: Un medio burocratizado hasta lo indecible. Un sistema perverso, en el que el imperio de los números es la ley. Frío. Carente de todo atisbo de humanidad, o de humanización, ésa que se pretende implementar por lo visto por el propio sistema. El zorro guardando las gallinas. Un sistema que aplasta, de forma sistemática, al sanitario. De mil maneras. Ya sea de forma directa o velada. De nuevo, pierde el de siempre, más la población rehén, que aquí también pierde.
    – La población hostil. Tal vez la principal diferencia con los integrantes de la lista de Schindler. Lapidados por los mismos a los que se quiere salvar, tras ser señalados por los culpables de que haya que “salvar” a la población en primer lugar. Ironías de la vida, y un ejemplo magistral, si se me permite la palabra, de manipulación

    ¿Puede, pues, sorprender la debacle a la que vamos abocados sin remedio?
    Leben sie wohl

    Responder

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