
Guillermo Altares. El Final de las Contraseñas. Artículo aparecido en El País el 28 de diciembre de 14.
Les escribía recientemente acerca de mis vivencias de los cambios tecnológicos y como habían impactado en la actividad clínica. Uno de los párrafos trataba del engorro que suponía introducir usuario y clave unas sesenta a ochenta veces al día, por dar una cifra.
Tardé sólo unos días en ver aparecer el artículo arriba reseñado. Aliviaba saber que no se trata de que uno esté aferrado a posiciones arcaicas. Es que el sistema es reconocidamente fastidioso. Roba nuestra atención y produce un punto de irritabilidad – según en quién, claro está -, cuando se trata de segundos – y los segundos cuentan – que debemos a nuestro cometido fundamental: escuchar atentamente a nuestros pacientes y expresarnos con claridad, sin prisas. Porque ya es hora de decir que eso de organizarse, con ser clave, tiene sus límites.
Vuelta, pues, al inicio. Si nuestro cometido clínico es el que exige una cuota superior de seguridad, por respeto a la privacidad del paciente, y nuestra actividad pide no ser interrumpida por mecanismos de distracción, la conclusión es sólo una: las personas situadas en áreas de responsabilidad deberán estar más que atentas a las mejoras en este campo, para su rápida implementación. Les dejo con la principal reflexión del artículo, aplicable a todas las interacciones que hagamos con la web:
“Las contraseñas se consideran inseguras prácticamente desde su nacimiento.”
Alejandro Ramos, profesor del Master en Seguridad de las tecnologías de la Universidad Europea de Madrid.