El Seíta. Dudo que alguien de menos de cuarenta tenga una idea concreta al respecto.
Se trata del apodo cariñoso que muchos le dimos al Seat 600. Para la inmensa clase obrera de los sesenta, poco menos que la concreción de un milagro. Cuatro ruedas y un volante, más que tuyos, para llevar a los tuyos a la playa o la montaña.
Lo del Seíta viene a cuento. Porque, a la par que el añorado utilitario, daba sus primeros pasos el embrión de la Sanidad Pública española, entonces conocida popularmente como «el seguro». Del «Seguro Obligatorio de Enfermedad» franquista.
Seíta y seguro compartieron aspectos. Eran limitados y baratos. Un remedio aceptable para un país relativamente pobre y con muchas limitaciones. Pero, para lo que había antes, Seíta y seguro fueron verdaderas revoluciones. El médico y el cochecito del obrero — cuando este país albergaba a muchísimos obreros —.
Afortunadamente, la situación actual no es la de entonces, ni de lejos. Cubierta ahora la piel de toro por autopistas o autovías por donde transitan los Volkswagen y los Audi. Y aquellos hospitales del seguro se modernizaron con UCIs y tecnologías, robots y monitores. Y ordenadores. Muchísimos ordenadores.
El país es otro, sin lugar a dudas. Pocos niños y muchos ancianos. Y, con ello, muchos enfermos crónicos. Muchísimos. Gente que camina despacio, con andadores. Personas que oyen mal o muy mal. Y gentes que ven con dificultad. Pacientes recién operados o pendientes de operación — a veces, durante varios años —. Y una gran muchedumbre citada en los consultorios, tomando medicamentos carísimos de por vida.
Las cosas no están peor. Al contrario, están muchísimo mejor. No hay color. De no haber cambiado la Medicina y el Sistema, muchos de los pacientes serían ciegos, sordos, discapacitados severos o, simplemente, ya no estarían con nosotros. Pero el Sistema Nacional de Salud no es el seguro del tardofranquismo, y se nos ha hecho muy difícil de sostener.
Sin embargo, recorre uno muchos centros sanitarios del país y sigue encontrándoles la piel del viejo seguro franquista, a poco que se fije. Como si los responsables, durante cincuenta años, se hubieran negado a aceptar la obsolescencia de tantos edificios. Como si los hubieran forzado, una y otra vez, a reestructurarse y remodelarse.
Y en cada procedimiento administrativo se aprecian los mismos mecanismos autoritarios y antiliberales de la época. Por ejemplo, la mal disimulada tendencia a considerar cautiva a la población. «Su hospital de referencia». Libertad de elección de hospital y médico especialista, pero de boquilla. Obstaculizándola en lo posible. Sin creérnoslo, en el fondo. Se autoriza como concesión, mediando papeles y firmas. Y con severas moniciones: «Si se acoge a la libre elección, pierde los derechos de garantía de plazo de demora quirúrgica».
En resumen, demasiado de lo antiguo, en un país con otras necesidades. Como si, a mitad de los setenta, los dueños de los Seítas se hubieran puesto a remozarlos a base de manos de pintura y piezas viejas. Pero habilitando su interior con airbag, aire acondicionado y aparatos de música de última generación.
Que contrasta la altísima tecnología con las horas que tardan los resultados de una analítica urgente en Virgen del Rocío — un poner —. Problemas que podríamos desgranar, uno a uno, y que evidencian que, rascas un poco, y se le ve ahí la piel del seguro tardofranquista, el motor del Seíta tuneado incapaz de subir la cuesta del Carambolo. Un sistema que, aún hoy, tiene la desfachatez de limitar a cinco a seis minutos el acto médico en Atención Primaria. Para una multitud de ancianos y crónicos con necesidades complejas. Cuando, desde hace quince años, el Servicio Andaluz de Salud ha implementado un plan de gestión por procesos asistenciales integrados cuyas competencias, en buena medida, recaen sobre esta Atención Primaria. Kafkiano.
Tras letreros nuevos y pantallas planas, sigue el Seíta, pertinaz. Y el Seíta se pega un calentón cada dos por tres — por ejemplo, en la cuesta de urgencias —. Pero el Sistema Nacional de Salud necesita AVEs. No de ahora, sino desde hace dos décadas. Y, para conducirlos, disponemos de un ejército de profesionales espléndidamente formados — Europa se los lleva a manojitos —. Gente dispuesta a dispensar una medicina de calidad que la resitúe en el domicilio y en el barrio. Capaces de resolver y de enviar menos pacientes a unos hospitales modernos. Y más pequeños.
Firmado:
Federico Relimpio, médico y escritor.
Twitter: @frelimpio
Mi primera novela K.O.L. Líder de Opinión. La profesión que he vivido y amado. «Clic aquí
https://sevilla.abc.es/sevilla/sevi-agresiones-medicos-y-enfermeros-sevilla-crecen-casi-40-ciento-seis-meses-201907210810_noticia.html
Mucho pide usted, con este plan
Realmente, tan solo es continuar el camino emprendido
https://www.diariodesevilla.es/sevilla/agresiones-medicos-repuntan-Sevilla_0_1374762649.html
Camino difícil, a tenor de los comentarios de los «usuarios». Lea, lea… Que si «niñatas», que si «maltrato» de los profesionales… La gente, señor mío, creo que no quiere saber la verdad. Les da igual. Y cualquier intento de explicar se entiende como «milonga». Su camino es pedregoso, repleto de espinos… Y probablemente con un fin en ninguna parte.
No, el usuario ya no es el paciente, es el enemigo. Del que hay que defenderse. Del que como no le des lo que pide, o demanda/denuncia/patada en los morros. Del que espera la mínima para denunciar. Sus métodos, aunque loables, se me antojan demasiado ingenuos. La realidad es la realidad. Y la realidad es que el respeto se ha perdido, la relación clásica médico-paciente se ha perdido y el rol del médico ha cambiado, de forma irremisible. El contrato social se ha roto. No se le puede explicar nada a quien nada quiere entender. Ningún político va a tomar medidas efectivas ¿impopulares? que impliquen perder votos para resolver la situación. El colectivo sanitario está solo, aislado y a merced de las masas… Esto va a ir a peor.
El sistema es perverso. Malévolo. Y cobarde. Perverso, porque tiene objetivos de empresa privada, con recursos de empresa pública, y con medios antediluvianos. Malévolo, porque no tiene en cuenta ni a profesionales ni a usuarios; obliga a infinidad de trámites, favorece la inseguridad laboral, aunque se sea interino/a, porque da igual que el colapso de Urgencias sea ya crónico… Es culpa del profesional. Y eso me lleva a lo de cobarde: porque no da la cara, pone la de los médicos/as, enfermeros/as, administrativos/as… Para que se la partan los «sufridos» usuarios. El plan perfecto, maquiavélico si me lo permite.
Dicho esto, vamo al meollo del asunto. Los usuarios parecen estar contentos con el seíta, aunque el consuctor sea Fernando Alonso, el mantenimiento lo hace un chapuzas; y al conductor, los ocupantes del asiento de atrás le pinchan las ruedas o le tuercen el retrovisor, o le hacen cisco el carburador. Les importa un rábano que reviente, ilusos de ellos, piensan que si revienta les pondrán un mercedes, o que todo seguirá igual. Y no, lo que van a ponerles es el modelo americano. A eso vamos, no le quepa duda. Siguen en una fantasía, la fantasía de Felipe el prestidigitador, el de la OTAN. Y los tiempos han cambiado. Ya no es el «no descansaré hasta ver a los médicos en alpargatas». Ya vamos en alpargatas, y eso el que tiene suerte. Pero los usuarios siguen diciendo que cobramos mucho. Que tenemos que cobrar lo que un jardinero (Palabras textuales que me han espetado a la cara). Claro, un paciente es lo mismo que un clavel, ¿No? Acostumbrados ya incluso a que la mano de obra médica sea baratísima, aún exigen más. No es un seíta, es un jamelgo ajado, escuálido y sobreexplotado.
Digamos la verdad a la gente. Todos los días un poco. Sin cansarnos nunca.