Cualquier ciudadano español tiene motivos más que justificados para dudar de las posibilidades del Sistema Nacional de Salud, a medio y – sobre todo – largo plazo. En primer lugar, porque no tenemos Sistema, sino Sistemas o taifas autonómicas, empleadas con fines propagandísticos por el club político-clientelar de turno. Pero hoy no voy a eso.
El ciudadano español consciente debe saber que todo el gasto social – y el sanitario no deja de ser una rama de lo social – está amenazado por lo que parece una catástrofe demográfica sin precedentes. Pocos dan a los datos la importancia que merecen. Es como un cometa, cuyo impacto sobre la tierra se predice con exactitud para dentro de quince años. Pero mientras tanto…

Vuelvo a nuestro Sistema Sanitario Público, y ustedes me perdonan el salto. Cualquier economista serio nos ofrece a cada poco un análisis de lo más preocupante del futuro de nuestras prestaciones sanitarias. Cuestan mucho – muchísimo -, cubrimos a toda la población, y la base social de pagadores es cada vez más estrecha. Los protegidos son cada vez más viejos y pluripatológicos – no es lo mismo, pero tiene una gran relación -. Y el precio de los medicamentos y técnicas no parece dar el menor alivio. Más bien al contrario. El tema de la sostenibilidad del Sistema se nos viene haciendo reiterativo, y nuestros sonrientes políticos no hacen sino asegurarlo. Siempre que les votemos, claro.
No conozco otras taifas sanitarias del país. Conozco la mía, y sólo en parte. Pero escucho a gente de aquí y allá. Y sorprende, qué quiere que les diga. Y me explico.
Es probable que nuestro Sistema Sanitario no aguante sin cambios sustanciales. Pero tira, por lo pronto. Ahí está, y recibe una valoración internacional adecuada. Sobre todo por la accesibilidad y la eficiencia. Accesible: sólo hace falta levantar la mano, y llega hasta el último rincón. Eficiente: para lo que pagamos, resuelve. Y mucho. Y ahí voy.

Llega uno a la conclusión de que, ante el reto de la sostenibilidad y los problemas demográficos, la dirección del Sistema opta por la autoridad – con métodos más o menos sibilinos -, más que por el cerebro. Para el trabajador sanitario, toda implicación se resume en la palabra obediencia. Incubar figuras como el entrañable caballo Boxer, de la Granja de los Animales, de George Orwell, que trabaje sin denuedo, sin pensar ni cuestionar nada, y que a todo problema o por toda solución, diga siempre: «el Consejero tiene razón… El vela por la salud de todos los andaluces… Sólo hay que estar atentos al contrato-programa».
@frelimpio
Sólo nos queda retirar nuestro apoyo a Rivera en las urnas. Advertido está de que la mulera susanista le saldría caro.
Vengo de escuchar a Albert Rivera entrevistado en la SER de Sevilla, esa cadena de radio prisaica, tan lamiosa con el poder sociata andaluz (solo hay que escuchar a la insigne locutora y tertuliana María Esperanza Sánchez "En fin", más psoísta que el propio PSOE, medalla de Andalucía como la Pantoja), y la conclusión es que salvo batacazo en las generales andaluzas de Ciudadanos y del PSOE, hay que perder toda esperanza de algún aire fresco, que no huela a corrupción, hasta el milenio que viene.
Por ejemplo, el anteproyecto ese de garantías y sostenibilidad que quieren calzar, es sumamente indigesto; una mezcla de buenos propósitos nunca cumplidos, de sanción de sus "reformas", buenas en Andalucía a manos del PSOE, terribles si se proponen por el PP, -unidades de gestión, gestión por procesos, externalizaciones, agencias y para-agencias,…-, y continuidad de vicios, como el enfrentamiento perpetuo entre primaria y hospitalaria, o el mal llamado uso racional de medicamento. Y calzarán esa ley, con al apoyo inestimable de C's.
Pues que hablen en castellano. Que me digan: no nos valéis. Y nosotros diremos: y vosotros a nosotros tampoco. Y punto.
Yo creo que sus palabras no son medias, sino bien completas por repetidas. Siempre andan "poniendo en valor", lo poco que hay y lo mucho que no hay, "como no puede ser de otra forma". Solo se trata de leer entre líneas, y entenderles la jerga.
Pero, al menos, que hablen claro. Que no se anden con medias palabras.
Hace ya bastantes años me presenté a la oposición para una plaza de Residente en La Concha, hospital de Madrid muy prestigioso entonces, y que convocaba sus propias plazas de MIR. En la entrevista que hacían después de aprobar el examen me preguntaron por mi "mili" de la que acababa de salir, y respondí que me había resultado una experiencia terrible y odiosa. "Y quiere usted entrar en la medicina hospitalaria? -me preguntó uno de los miembros del tribunal, elegante médico canoso y encorbatado, ya de cierta edad- No sabe usted acaso que un hospital es lo más parecido a un cuartel? En ambos es esencial la jerarquía y el principio de autoridad". "Pues vaya" -musité. No sé si fue por eso por lo que no me dieron la plaza, espero que no. Al fin y al cabo, uno acaba por admitir que en los hospitales, como en los cuarteles, "la más grande hazaña es obedecer". Entonces, con el cadáver de Franco aun caliente, y ahora, con Susana, María Jesús y Aquilino al mando…