
No digas que fue Bildu, ni su indecencia legal. Tampoco digas que fue la derecha aireando la compra de votos aquí o allí. No caigas en la facilonería de la campaña de trazo grueso, embarrada por la derecha. Ahí están las urnas; no te engañes. Aunque estoy seguro de que no lo haces. Y de que, tras las patrañas del CIS de Tezanos, conoces perfectamente la verdad.
Hace años, se me dijo que la gente tiene mala memoria. Que los más listos retienen cosas de los últimos seis meses, pero lo normal es retener lo de tres. Y que, en el poder, uno puede hacer lo que le dé la gana y salir airoso con unas promesas o efectismos de última hora. Sin embargo, me da la impresión de que ese aserto se ha demostrado del todo falso, si es que alguna vez tuvo validez, siquiera en parte.
Pues sí, la gente recuerda. Lo hace con nitidez, a la perfección. Y lo hace especialmente con lo que le interesa, con las cosas del día a día.
Podríamos hablar de muchas cosas de estos años, pero te voy a comentar solo dos. La primera fue apoyarte en Bildu para investirte presidente y aprobar presupuestos. ¿ETA ya no existe…? Así es, en efecto. Pero te aseguro que muchos ciudadanos recuerdan con nitidez los años de plomo. Los años del terror, de miedo. Los años en que uno no podía comprarse con libertad un periódico en el País Vasco. Y los que seguro recuerdan son los familiares de los ausentes. Ese dolor no se extingue.
ETA ya no existe, pero Bildu fue antes EH. Y, antes, HB. El jaleo constante a los violentos, su respaldo o coartada, la manera en que nos amedrentaban en la calle, al modo de los escuadristas del fascismo. Y si alguno de ellos mostró alguna vez arrepentimiento o pidió perdón, queda diluido entre tantos que reivindican ese pasado, aún hoy. Para muestra, un botón: incluir 44 exconvictos en las listas. Y siete con delitos de sangre.
Evidentemente, ETA no lo es todo para construir un proyecto político. Pero tampoco es nada, como sostuviste en el Senado. Es recuerdo; es dolor. Y si el recuerdo vota; el dolor ya no te digo.
Te comentaré a continuación lo incomprensible del contenido y del trámite parlamentario de la ley “Solo Sí es Sí”. Porque la falta de debate público y de explicaciones no concuerda con lo prolongado del trámite parlamentario. Y porque, contrariamente a lo que se piensa, la autoría no es de Irene Montero y su equipo, sino de todo el gobierno. El presidido por ti. El compuesto por gente que vio con claridad cómo iban a aliviarse condenas o producirse excarcelaciones. Soltar convictos de delitos sexuales, ahí es nada. Y te recuerdo que la gente te ha responsabilizado por ello.
Los estragos inmediatos de la aplicación de la ley llevaron a muchos ciudadanos – y, sobre todo, ciudadanas – a concluir, más que “esta gente no sabe legislar”, que “esta gente a los mandos es un peligro”. Y lo del equipo de Irene Montero responsabilizando a los jueces fachas daría risa, de no revelar la magnitud de la indecencia. Tan indecente como oír poner a los jueces bajo sospecha y no dignarte a abrir la boca, aunque fuera para apagar el griterío gubernamental. Nada. Solo una reforma forzosa, de la mano del partido que el domingo te venció en las urnas. No sonaba ya a la reflexión del legislador, sino a la maniobra del tipo aterrado ante la proximidad de las elecciones.
¿Sigo…? No hace falta. Pero insisto: no digas que fue Bildu. No digas que fue la derecha mediática. Fuiste tú, tu solito. Solo, como te retrataste en el Falcon, a lo Kennedy. Los hiperliderazgos son así, en lo positivo y en lo negativo. Te permiten hacer y deshacer, y, lo peor, creerte que por aquí abajo pulula una muchedumbre iletrada que nos tragaremos un par de explicaciones simples bajo una palabra – “Pedagogía” – que ya se nos viene haciendo manida.
Te insto, pues, a preguntarte qué está pasando en la calle para que votemos castigo pese a la bondad e idoneidad de tu agenda social y económica. Porque si tú y los tuyos seguís insistiendo en la manipulación efectuada por los medios de la derecha, tendré que decirte que, con tales enemigos, conseguiste llegar al poder. Y, del mismo modo, es posible que lo pierdas el 23 de julio.
Tal vez haya más, mucho más que la tergiversación constante de unos diarios, cadenas de televisión, antenas de radio o cuentas de internet. Quizás haya una realidad que te incomoda oír o con la que no logras conectar.
Firmado: Federico Relimpio (CLICK: “sobre mí”).
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