Caí en “La Dalia Negra” por casualidad; no lo tenía previsto. Vi la película de Brian de Palma hace unos años, y no me gustó nada. La encontré confusa, incoherente. Un batiburrillo de imágenes sin ton ni son. Una historia sin pies ni cabeza. Y, de repente, apareció un lector de “La Mole” – mi novela más reciente -.
El lector va y escribe en Amazon acerca de “La Mole” – se puede leer ahí – “denuncia del sistema al nivel de James Ellroy”. Confieso que la cosa me intrigó, y me puse a investigar a Ellroy. No había leído nada de él – sí, pecado mortal -. Y ahí me encuentro a “La Dalia Negra”, entre otras. Así que me puse a la faena. A la múltiple: estrenarme con Ellroy, retomar “La Dalia Negra” y ver qué tiene de común un clásico de la novela negra con el reciente lanzamiento de este el humilde servidor de todos ustedes. Y ustedes me perdonan por la osadía; jamás me hubiera atrevido.
“La Dalia Negra”, pues. No voy a decir nada que no se haya dicho ya. No llego tarde, sino tardísimo. Pero me voy a atrever con algunas pinceladas. Tanto de la novela en cuestión, como de los hechos reales en los que se inspiró Ellroy.
Es preciso subrayar que veo en “La Dalia” aspectos curiosos. En primer lugar, que la encuentro una obra actual. Mucho más social que negra, y eso me la hace terriblemente atractiva.
Ellroy finge la resolución de uno de los crímenes más espeluznantes de los ocurridos en los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial. Les voy a ahorrar los detalles. En buena medida, porque creo que es cosa sabida. Y, por lo demás, porque huelga saberlo: imagínense lo más sádico y horripilante que se le puede hacer a una mujer joven, y no irán descaminados.
Me interesa tanto o más que la trama criminal el análisis psicológico de los personajes: sólido, progresivo, multifactorial. Me interesa mucho el empleo de la narración en primera persona (siempre Bucky Bleichert), y en pasado, semejante a una confesión.
Ayuda para comprender la estructura y la peculiaridad del Departamento de Policía de los Ángeles, en torno a los años 1947-49 en que se sitúan los hechos. Una fauna variopinta donde se alternan los ideales, el comportamiento caballeresco, y la corrupción más abyecta. Bucky tiene un pasado, y este le impulsa al interior del Departamento. Cuando se encuentre en él, su temperamento y su pasado serán a la vez motor y zancadilla.
Es a ese Departamento al que toca investigar el hallazgo del cadáver de una mujer joven, partida por la mitad, eviscerada y con muestras evidentes de haber sido torturada. Un Departamento donde algunos responsables tienen, por otra parte, la necesidad imperiosa de exhibir el éxito en la investigación de cara a la próxima elección de Fiscal de Distrito. Pero poco puedo avanzar aquí, sin destripar la novela.
Dije más arriba que lo que más me impresionó es el realismo, lo psicológico y lo actual. Está en la obra, en carne viva, el profundo racismo de los Estados Unidos. Está ahí su violencia, su dureza, dirigida especialmente contra los colectivos desfavorecidos, especialmente afroamericanos o mexicanos. Ghetto, droga, prostitución, venéreas, dispara o golpea. De Los Ángeles a San Diego, tierra de frontera, corrupción policial, cuando no violencia indiscriminada.
Peor aún, en el otro lado de la frontera, ese México duro, durísimo, de droga, prostitución, venéreas, dispara o golpea, pero con hambre, mucha más hambre. Colas de hambre desde el interior del México rural, México profundo huyendo del hambre hasta la frontera. De lo poco, de lo escaso, casi nada, quitárselo a tus hijos para pagar sobornos, y seguir a pie a la frontera buscando un sueño que no es sino droga, prostitución, venéreas…
Algo que llega hasta hoy, que lo vemos en los telediarios, que lo intentó frenar Trump con su muro sin que fuera posible. Ni hacerlo, ni financiarlo, y, caso de haberlo construido, no hubiera servido para nada. De ahí la grandeza de “Dalia Negra”: mucho más que trama criminal, o mejor aun, un trasfondo criminal que se pone de manifiesto al lado y más allá del crimen – atroz, terrible – que sirve para llamar nuestra atención.
Pero aún hay más, mucho más en “Dalia Negra”. Hay un mundo de pobreza y de tristeza en ese mundo americano de interior. Un mundo sin expectativas donde una chavala de veinte años tiene sueños. Ve cine, y se dice “por qué no yo”, y ahí comienza su emigración a la Meca del Cine, como tantas… Y ahí se vio, da acá para allá, de antesala en antesala, malviviendo de motel en hotelucho, sirviendo copas aquí, o alquilándose allá sin querer venderse del todo, ni querer renunciar a sus sueños… hasta que hace un mal encuentro una noche. El fin trágico de todos los sueños.
“Dalia Negra” es una novela terrorífica. Porque nuestro mundo aún lo es, de tantos modos. Porque la realidad es negra ahí, a la vuelta de la esquina y, por tanto, la mejor novela negra siempre es, de cualquier modo, una novela terriblemente realista.
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Mucho más que gran hospital, máquina de poder. Una novela negra de Federico Relimpio (CLICK AQUÍ).
RESEÑA de Cliente Amazon: «Muy buena»: “Sobre «La Mole», tengo que decir que hacía tiempo que no me leía una novela de un tirón. Me llegó ayer a media mañana y antes de acostarme la había devorado. Personajes bien creados, trama bien armada y denuncia del sistema al nivel de James Ellroy, salvando las distancias. Me encantó“.
Firmado: Federico Relimpio (CLICK: “sobre mí”).
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