
El antecedente de «Babylon Berlin»
Mi llegada a «Sombras sobre Berlin», de Volker Kutscher, no fue casual. Venía de ver «Babylon Berlin» y quería saber más.
La serie me gustó, y mucho. Pese a todo, le encontré varias incoherencias de guion. Se las perdoné por lo impecable de la puesta en escena, un viaje que nos sitúa en el convulso Berlín de 1929, con el nazismo en la cuna… Y sin que apenas nadie le preste atención. Entonces, el miedo radicaba en la posibilidad un nuevo «Octubre Rojo» en la Puerta de Brandenburgo. Y no faltaban razones.
La serie lo tenía todo ganado conmigo de antemano por dos razones: por tratarse de novela negra-negrísima, inframundo policial al estilo Departamento de Policía de Los Ángeles versión James Ellroy, y por complicarse todo con la ficción política de una olla a presión.
Por tanto, era lógico saltar de la serie a la novela, aunque ya diera la trama por reventada. Sin embargo, me daba igual. Asumía que, en tantísimos casos, la novela es superior — o, en cualquier caso, sustancialmente diferente — a la obra llevada a la pantalla y que, por tanto, podía prepararme para un buen baño en el inframundo berlinés de 1929.
«Sombras sobre Berlín»
Lamentablemente, no he confirmado mis expectativas. La versión que acabo de leer de “Sombras sobre Berlín” (Ediciones B, traducción de Susana Andrés) está para un aprobado ramplón. Nada que ver con el tono trepidante de la primera temporada de «Babylon Berlin». De hecho, el guion de la serie se aparta sustancialmente de la obra original.
Podemos decir que la obra se lee y que su prosa no ofrece demasiadas complicaciones, si exceptuamos frases de difícil comprensión que algún comentarista en Amazon ha atribuido a la cuestionable calidad de la traducción.
Avanza uno en una narración sosa, fría. Sin picantes ni emociones. No termina uno de «entrar en el túnel» de la novela y representarse caras o situaciones. Se pierden muchas oportunidades de dar alguna pincelada que aporte más relieve a esa galería oscura de personajes. Termina uno confundido con quién es quién en ese «Castillo» — Jefatura, con una amalgama entre Zorgiebel, Gennat y Böhm, tres altos cargos policiales cuyos borrosos retratos no permiten delimitar qué hace o dice el uno, y qué hace o dice el otro.
En la misma línea, se difumina y se licúa la atracción sexual / amor entre Charlotte (Charly) Ritter y el prota, Gereon Rath. Algo frío, sin sustancia ni ternura. Y por supuesto sin pasión.
La trama se hace enrevesada, a ratos incomprensible. En este sentido, se hace difícil apreciar las circunstancias que determinan la causa y la consecuencia en los pasos de Gereon Rath, y más aun sobre sus conclusiones. Tal vez se debe a que los personajes, escasamente perfilados, no ofrecen asidero para un marco comprensivo. Por otra parte, apenas hay nada de ese Berlín paupérrimo y desesperado que es uno de los puntos fuertes de la serie.
Termino diciendo que tenía prevista la lectura de «Muerte en Berlín», segunda parte de la tetralogía «Detective Gereon Rath», pero, a tenor de lo expuesto, he optado por otra obra. A menos que alguien me proporcione otro punto de vista.
Firmado: Federico Relimpio (CLICK: “sobre mí”).
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“La Mole”: mucho más que gran hospital, máquina de poder. Una novela negra de Federico Relimpio (CLICK AQUÍ).
Los lectores de “La Mole” hablan: «denuncia del sistema
al nivel de James Ellroy»; «un arranque fantástico
, el final delicioso
»; «magnífica novela
, vibrante historia»; «verdad escondida en la literatura
»; «un thriller poderoso»…
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