A la fuerza, ahorcan… Una vez extinguido el convulso pataleo del moribundo en la horca que indica a las claras que todo ha concluido, nos preguntamos por qué lo hemos ahorcado y si había otra alternativa. Es lo que está pasando con la reforma constitucional. No he tenido tiempo de leer o escuchar las alternativas macroeconómicas del señor Llamazares u otros. ¿Queremos el euro o no? ¿Tenemos alternativa o no? Si queremos el euro y su estabilidad… ¿En qué medida podemos matizar la posición franco-alemana? ¿Qué alternativa tenemos para seguir medio pagando carreteras, juzgados, escuelas y hospitales? Porque veo que en esta casa bruscamente empobrecida quedan dos alternativas: recortar – y ahora analizaremos en qué y con qué tiempos – o retocar, hacer keynesianismo, profundizar el déficit y esperar enjugarlo con una deriva inflacionista posterior. Recuerdo que Keynes no pudo ver en vida la bondad de sus recetas. Desgraciadamente, fue la Segunda Guerra Mundial la que llevó al mundo a salir de la Gran Depresión.
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