Viendo a Marine Le Pen, ves hasta qué punto revisitamos los años treinta. Catastrófica crisis económica e institucional. Líder joven y atractiva, de verbo fácil. Te habla de glorias patrias traicionadas por políticos sin escrúpulos – haberlos haylos, para qué vamos a decir otra cosa -. De la necesidad de volver a las esencias, al lugar de bien que fuimos – Pero… ¿Fuimos eso realmente alguna vez? – y de romper pactos y tratados con los que hemos cedido soberanía. Nos indica que es preciso volver a ser Nación-Estado, recuperar soberanía y recursos, controlar fronteras y aduanas, poner visados y aranceles. Añejos tiempos de gendarmerie, apaches y sureté. También, de la guillotine. No me extraña que haya quien le oiga y la vote; en Francia – como en tantas otras partes – hay mucha gente expulsada del sistema, orillada. Cedemos fácilmente a la trampa del cualquier tiempo pasado fue mejor. La señora Le Pen no ha explicado suficientemente el precio a pagar por recrear fronteras y aranceles, por cuestionar los tratados. Y que estamos aquí porque aquella época tenía unas terribles carencias. La France est une unité du destin dans l’universel… ¿Les suena?