Ley de Memoria HIstórica: de la Arena Política a los Libros de Historia

Podemos decir esto o lo otro. Argumentar una cosa o contraargumentar la otra. Que del 36 al 39 España se llena de sangre, con una coda que no se acaba hasta el 75. Que las responsabilidades son éstas o las otras en este bando o en el otro. Que si ZP hizo bien o no con lo de la memoria histórica, que si fue artero o no refrescando heridas que debían quedar cerradas y bien cerradas. No nos vamos a poner de acuerdo, qué más da. Lo que si queda claro es que viene un profundo cambio político y, subyacente a él, de mentalidad, donde me da en la nariz que estas cosas no van a ser prioritarias, dando tiempo a la muerte más que probable de los últimos testigos vivos. Quedará todo para los libros de Historia o tesis doctorales, un poco como la Primera Guerra Mundial. Soy sobrino nieto de fusilado por los fascistas. No reclamo a estas alturas que se desentierre su calavera. Sólo me gustaría ver alguna vez que el asesino chulesco Queipo de Llano no tuviera un panteón de lujo – la basílica de la Macarena – en el mismo barrio que masacró. No lo veré. Me tendré que conformar con que su figura quede perfilada y juzgada ante Dios y ante la Historia.