Es el testamento de Zapatero. El canto del cisne de un hombre arrollado por las circunstancias, que ni las vio, ni las olió, es más, las negó y nos puso a todos en riesgo de estar como Grecia. Pero por su enorme responsabilidad y el peso de España, le pusieron contra la esquina con las orejas de burro y luego, a escribir al dictado. Bajo la ducha fría de la realidad se dio cuenta que Keynes era cosa de los sindicatos y la salida de izquierdas a la crisis, «El Amor en los Tiempos del Cólera». Convertido a la fuerza en gobernante, se dedica a hacer limpieza y quiere preparar este páramo industrial, empresarial y laboral para una hipotética salida. No le van a dejar los de su partido, como dijo ayer Gabilondo. Las medidas que aún necesita esto tienen un altísimo coste electoral, algo que no se puede permitir un PSOE cuesta abajo, sin frenos y derrapando. Ahora presentará su testamento y disolverá en septiempre. O eso dijo Gabilondo. Porque lo contrario exige seguir aplicando un durísimo plan de reconversión en tema de normativa laboral, tal y como le exigen la UE, el FMI y los mercados. Algo que Rubalcaba y su gente no pueden soportar, abocados como están a una gran derrota que rompa el suelo del PSOE, que otorgue una histórica mayoría absoluta al PP en el feudo andaluz y que lance otro ERE de altos cargos sin más currículum que su actividad política a las asperezas del mundo laboral español. Aprender a gobernar tarde y mal. Querer hacerlo bien y dejar un buen legado. Pero estar atrapado por el electoralismo del que viviste y que te dio de comer.
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