Me levanto hoy, día de Reyes y me estampa El País su editorial:
Y a estas alturas ustedes dicen: mira éste, que reivindica su olfato y su posición. Y yo les digo: nada más lejos. Miren, hoy no quiero aburrir mucho más con un tema manido. Como aficionado a la historia y a sus motores profundos, entendí siempre el siglo veinte como el ping-pong comunismo y anticomunismo. O al menos, creo que ésa es una de sus directrices maestras. Un siglo corto, que el común hace comenzar en los tiros de Sarajevo, y que llega hasta las multitudes entusiasmadas derribando el muro, en 1989. No me gusta ser simplista, pero tampoco prolijo. Sin Gran Guerra, no cae el Zar. Sin Gran Guerra, Lenin se habría muerto en Suiza, pobre y olvidado. No habría habido estación de Finlandia ni “¡Todo el poder para los Soviets!”.
Siempre diré que los problemas que inspiraron las soluciones igualitarias y, en último término, las revoluciones socialistas del siglo veinte eran profundos, dolorosos y terribles. Y que gran parte de estos problemas son una realidad sangrante hoy. También es verdad que los gobiernos burgueses o autocráticos lanzaron una feroz represión para evitar la expansión de unas ideas que amenazaban unos intereses concretos. Ello no hizo sino endurecer el espíritu revolucionario y forjar el dogma. Llegados al poder, el cerco externo y el enemigo interno – como sucediera en
¿Por qué nos hemos empeñado tanto tiempo en negarlo todo? Si sabíamos de lo de Stalin desde el ascenso de Kruschev. “Bueno, pero los tiempos han cambiado”, dijeron. Y luego, Archipiélago Gulag. Y tantas otras evidencias. “Los americanos, la culpa es de los americanos. El régimen es bueno, mira el nivel de su medicina, mira su escolarización…” Llevo dos décadas discutiendo. Hasta ayer por la mañana. No se aceptaba, no se quería aceptar la premisa básica de la libertad – yo vuelvo a lo mismo -.
Yo preguntaba entonces, con inocencia: ¿Por qué se escapan a occidente y no al revés? ¿Por qué los balseros van de Mariel a Florida y no de Florida a Mariel? ¿No decís que Fidel ha creado el paraíso en la tierra? Y después pregunté, en 1989: ¿Por qué las gentes del este derriban el muro? ¿Por qué las naciones de allá derriban el telón de acero apresuradamente y adoptan los denostados modos burgueses y el régimen de partidos? Y al final, en 1991, cuando el golpe en Moscú: ¿Cómo es que las masas no se manifiestan en la calle para defender el antiguo régimen, su magnífica revolución que los hizo temidos y respetados y que les hizo competir en la carrera espacial?
“¿Qué sabrás tú de esas cosas?”
En el clima social y cultural de izquierdas imperante en mi época, atreverse a decir eso era marcarse de un modo muy concreto.
En un penúltimo acto agónico de una solución equivocada para problemas reales, Raúl anuncia el desmantelamiento de la planificación económica. Como dice el editorial de El País: con dos décadas de retraso. Nunca es tarde, si la dicha llega. Es para temer profundas repercusiones en lo económico, en lo social y, por último, en lo político. Veremos. Tal vez sean los chinos los que les compren, como a nosotros.
El socialismo ha protagonizado casi un siglo de revoluciones, y ríos de sangre y dogmas. La seducción de sus soluciones en los años veinte del siglo pasado hizo temer a sectores acomodados de la sociedad de varias naciones, que apoyaron la emergencia del fascismo agresivo y, en último lugar, una horrible guerra que se salda con casi sesenta millones de víctimas. De sus tragedias aún se nutre la actual cinematografía. El socialismo real aplicó con esmero sus soluciones y recetas, y reinó en medio mundo. Agotó luego su proyecto, y sus gentes o sus dirigentes, confundidos o desilusionados, dejaron varado el barco en la arena. Ya no llevaba a ninguna parte.
Pero los problemas aún siguen. Y son sangrantes. Particularmente en países aún organizados y comandados bajo un partido comunista (http://tontosantajusta.blogspot.com/2011/01/cuba-futuro-incierto.html), pero también aquí, o Estados Unidos, o al otro lado del estrecho, con sus peculiaridades. Una solución se da por definitivamente fracasada. Pero el problema primigenio sigue ahí: sufrimiento y explotación. Las Uvas de