La primavera árabe y la caída del telón de arena se está produciendo más lenta y sangrientamente de lo previsto. Gadafi aguanta, Yemen es un caos y Siria una apisonadora, otro baño de sangre. Su majestad, Mohamed VI, constata que todo esto le afecta y hace cambios, pero cosméticos. Hace gestos, pero mínimos. El cambio es sólo lampedusiano. La garra con la que posee el reino no se ha aflojado un milímetro en lo sustancial. Espera simplemente que pase la tormenta de arena. No será el Juan Carlos para su pueblo. No es su carácter ni su voluntad. Hará frente a los vientos de la historia. Tal vez no sean tan severos.
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