¿Qué decir de Pa Negre que no se haya dicho ya? Deja un poso terrible, amargo. Pasar de niño a adulto es pinchar el globo, descubrir verdades. Matar los pajaritos que poblaban nuestro cerebro y hacernos hijos adoptivos de otros padres, a los que no queremos, pero que nos convienen. Romper amarras con «una mujer del pueblo» que nos mintió «por nuestro bien» devolviéndole una bofetada fría, probablemente injusta. Todo ello es más universal que la postguerra en Cataluña, sin dudas. Sin tanto dramatismo, muchos tenemos que contar tantas cosas así, en sentido figurado.